El pasado noviembre estuve
en el Segundo Encuentro sobre la Realidad en Nuestras Escuelas. En Salamanca.
Lo que aconteció dentro
de mi cabeza estando allí y las muchas reflexiones que pusieron una sonrisa en
mi cara en el camino de vuelta a casa, justificaron con creces los kilómetros
que tuve que conducir. Porque a veces, en
días como aquel, creo en el poder humano de ser capaces de mejorar las cosas.
En primer lugar, salí
convencida de que aún siendo los alumnos las primerísimas víctimas de este
sistema educativo, no somos menos víctimas los maestros y los padres.
Reconozco que hay
días en los que estoy tan desanimada, tan cansada, tan conscientemente convencida
de que amargamos y estamos tirando por la borda la infancia de nuestros hijos,
que transmito mala onda y me cuesta sentir cierta consonancia con otros padres
y algunos maestros.
Reconozco también que
la mayoría de los demás días elijo el camino más corto. Y consigo vivir aparentemente
mejor. Porque agacho la cabeza, paso por el aro y se consigue el objetivo
fijado por el sistema. Y entonces, aún sabiéndome
domada, me encuentro relativamente bien en mi cómoda jaula de cristal. Dudo de
mí misma. Dudo de nuestra lucha, de hacia dónde me lleva tanta incertidumbre y
tantas vueltas al mismo hueso.
Es el efímero espejismo
de que ya no hubiera nada por mejorar, quisiera que todo estuviese ya pensado y
consumado. Que mis hijas aprendieran ya felices tanto fuera como dentro de la
escuela.
Pero la cruda
realidad está ahí y es otra. Hablo con familias y con algunos maestros y aflora de
nuevo el más poderoso y perpetuo desánimo.
Padres, maestros,
políticos... ¡Basta ya!
Dejemos de mirar
hacia otro lado, dejemos de echarle la culpa siempre al otro, no podemos
conformarnos con ser simples seres atormentados sin capacidad de encontrar otras
opciones.
Organizarse siempre
es más difícil que ir cada uno a su bola, claro. Pero casi nunca la vereda más
corta es la más interesante.
Hay otras carreteras.
¡Aunemos fuerzas!
¡Sacudíos las
telarañas e iniciemos juntos el camino!
Familias y maestros somos lo más valioso que tienen nuestros hijos. Permitámosles que disfruten del privilegio de vernos unidos.
Así
que, padres, tendríamos mucho que mejorar:
Olvidemos las infructuosas
quejas a la puerta del colegio.
Entrad al centro,
pedid tutorías, enteraos de primera mano de los problemas y dejad las
habladurías para otros temas más triviales que no sean la educación de vuestros
hijos.
Acudid a las
reuniones y encuentros donde se debate sobre educación. Tanto dentro del
colegio como fuera de él.
Poned voz a vuestro
problema. Y poned también orejas. Comprobaréis que no estáis solos.
No más críticas a las
espaldas de los maestros y , mucho menos, en presencia de vuestros hijos.
No más pensar que es imposible cambiar, que para qué
quejarnos si es lo que hay...
Sabed que en otros
lugares, no tan lejanos, hay otros proyectos que os podrían sorprender.
No más mentiras.
Compartid los datos del verdadero tiempo y/o dinero que invertís para solventar
las lagunas que el sistema educativo deja en el conocimiento de vuestros hijos.
No más miedos a un futuro
negro.
Que el que quiera
estudiar una carrera lo hará mejor llegando a la Universidad motivado que no
quemado ya de tanta tarea, tanto hábito, tanto culo en la silla y tanta
repetición.
Noto que el miedo a
que vuestros hijos "se queden atrás" os consume. Pues, cada cual es
distinto, cada cual destaca en lo suyo y es imposible que ellos se
"queden atrás". Ellos van siempre tan avanzando que, aunque nos
propusiéramos pararles, nunca lo conseguiríamos.
El miedo a que no
consigan un "hábito de estudio" está muy arraigado también.
Pues el hábito no es
lo importante. Porque cada uno se organizará a su manera. Lo verdaderamente primordial
es habituarse, no a un horario, sino a una responsabilidad. Ellos deben convencerse
para no intentar eludir sus propias responsabilidades. Pero, cómo y cuándo se
enfrenten a sus propósitos es una cuestión de organización personal.
Pensad que, siempre que el sistema se vuelva más opresivo y en lo que no podamos todavía cambiarlo, más presión deberemos quitarles en casa...
A los maestros de
la pública les repito:
Pisad el suelo que, imparable,
se empieza a mover bajo vuestros pies. Dejad el acomodamiento.
Abrid los ojos, conoced
a vuestros alumnos, sus entornos, dejaos sorprender, aprended de ellos también.
En vuestras manos
está el poder ilusionar a un niño y la capacidad de mantener ese voraz apetito
por aprender.
Reconoced la
individualidad, todos somos distintos.
Las inteligencias, ha
quedado demostrado que, son múltiples.
El pensamiento, siempre
es mejor divergente.
Y la educación emocional
cada día es más imprescindible. Para evitar, por ejemplo, la semilla del abuso
en cualquier ámbito de la vida.
Los colores de la
paleta son infinitos y los futuros de los niños también.
No eduquéis para la
obediencia ciega. No eduquéis sólo para que fichen a su hora, cual autómatas, en
un anodino curro adulto. No les amputéis las alas de esa manera. Porque, cada
día, ante vuestros ojos están también los
futuros artistas, deportistas, autónomos emprendedores, políticos...
Ante vuestros ojos,
cada día, están...¡todos!
Educar para que
sepan ser autocríticos y críticos a la vez que respetuosos.
Y para que, si compiten, lo hagan sólo para superarse a sí
mismos.
Recordad que la vida
es para vivirla.
No más tareas para
entregar los lunes.
No más aglomeración
de deberes y exámenes para un mismo día.
No más tareas, ni
trabajos en sus cuadernos, que queden sin corregir.
No uséis más el
miedo y las presiones en nombre de un falsa motivación.
Ni en nombre de la
obligación de tener que acabar un libro.
Respetad las
enseñanzas artísticas. Dejad tiempo para disfrutar de ellas. Proponed retos manuales
a los niños que sean desafíos divertidos. Os sorprenderán con las maravillas
que son capaces de hacer...
Y a los políticos
que vayan a opinar sobre educación les pediría coherencia.
Sois piezas
fundamentales para conseguir una mejora.
Os propondría cambios muy profundos.
Sin poder modificar
leyes, cualquier otra lucha es estéril.
Es urgente revisar y
modificar contenidos.
Los libros de texto,
de seguir siendo necesarios, deberían comenzar a usarse en Primaria.
Es en Primero de
Primaria cuando se debería empezar con la enseñanza de la lecto-escritura. Y por
tanto los libros de texto de esta etapa, y no antes, deberían centrarse en eso.
Esta moderna y absurda tendencia
de adelantar contenidos sólo nos ha llevado a una tediosa repetitividad, curso
tras curso, que aburre sobre todo a los alumnos más aplicados. Que se ven
obligados, cada año, a meter en sus cabecitas los mismitos datos para repetirlos
como papagayos.
La etapa de Infantil
debería ser usada, no para rellenar fichas y fichas sino, para conocer a los
niños. Y sería una idea estupenda que se aprovechara para conseguir auténticos
niños bilingües en inglés.
Tengamos a los niños
tres años jugando, cantando y relacionándose con profesionales en el idioma
extranjero que queramos inculcar y tendremos alumnos, que pasaran a Primaria, siendo
capaces de enfrentarse a un sistema bilingüe "de verdad". Aprender a
hablar otro idioma a través de ejercicios gramaticales es un sistema obsoleto
en profundidad. Ni siquiera aprendemos a
hablar nuestra propia lengua materna así.
El actual, mal
llamado, sistema bilingüe es un conato que se debe urgentemente modificar.
Debería ser
impuesta, también, una vía de comunicación entre padres y maestros. Obligatoria
una tutoría personal por trimestre. Obligatoria la existencia de un padre o
tutor vocal en cada clase que transmita al centro el opinar de un curso
completo. Obligatorio que en el Consejo Escolar todos tuvieran voz y voto.
Obligatorio que cada día atendiera el comedor escolar, al menos, un profesor
del centro...Uf, si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería...
Con todas las locuras
que se me quedarán en la trastienda de esta cabeza mía, que cada día va a peor,
os agradecería la aportación de más ideas. Y, por supuesto, nada sería tan
enriquecedor como abrir las puertas al debate. Así que, comentad. Sin pudor.
¡Por favor, impliquémonos
todos!
El futuro, quizás, podría
estar en nuestras manos. Pero que el presente lo está, esa es la pura realidad.